MIERCOLES DE RELATO / EL TRIUNFO DEL AMOR

EL TRIUNFO DEL AMOR

Cuantas veces soñé que te volvía a tener entre mis brazos,
dejando que todo tu dolor saliera, se transmutara para
lograr encontrar esa paz que tanto ansiabas y que pocas
veces lograbas.
Tal vez nadie lo pueda entender, pero sin tenerte podía
saber como estaba tu ser, sentía en mi tu furia, tu alegría,
tu tristeza, tus dudas y esa sensación de no pertenecer
a nada, ni a nadie.
Esa crueldad de alguien que ha sido repudiado por quienes
le dieron la vida y que no supieron expresar el amor hacia
quien llevaba parte de su mismo gen y que sin embargo
olvidaron en la nada y dejaron que su alma estuviera rota
y desamparada, vagando sin rumbo alguno por un sendero
que le conducía directo a un abismo de tristeza y desprecio.
Todavía recuerdo la primera vez que te vi, en ese remanso
del río, con tu cuerpo desnudo y frío, que tratando de lavar
sus heridas se sumergía bajo esa cascada fuerte y altiva,
que golpeaba con fuerza cada fragmento de tu cuerpo, que
aunque dolorido aguantaba impertérrito cada lanza clavada,
por esa gélida agua, como si quisieras arrancar de tu alma,
todas las heridas que te había ido dejando la vida.
Mi mirada estaba clavada, no sabia si acudir a la llamada
desesperada que lanzaba tu alma, de calor, compañía y
de ternura por parte de otra alma amiga, sin embargo
permanecí quieta, aguardando el fin de tu propia condena,
cuando de pronto tus ojos se posaron en mi persona y
aunque en tu mirada había rencor y cierta ira, algo en el
fondo me transmitía paz, estabilidad, protección y alegría.
No dijiste nada, solo me mirabas, hasta que al final, saliste
del agua, recogiste tus pocas cosas y de manera silenciosa
te fuiste sin decirme nada por tu boca.
Yo no te seguí, deje que tu alma atormentara tomara su
camino y si el destino tenia programado encontrarme de
nuevo contigo así estaría escrito.
No se cuanto tiempo pasó, por que nosotros nos regimos
por lunas, pero se que han pasado algunas y un día de
niebla, triste y melancólico, tu viniste al poblado.
Cuando contigo cruce la mirada, algo se extremecio en mi
interior y sentía que mi corazón se abría como una flor.
Aunque sabia quien eras, yo no hice gesto alguno que indicara
que yo ya me había cruzado contigo, deje que otros preguntaran,
que evaluaran si podía ser prudente tu entrada entre los que allí
habitaban y aunque algunos no lo tenían muy seguro, dejaron que
allí te quedaras.
Aunque tu persona era reservada y solitaria, siempre solías colaborar
con la gente, ya fuera cazando, sembrando o en mil y un quehaceres
que todos teníamos como rutina pendientes.
Las mujeres traíamos agua, cuidábamos niños, ancianos y enfermos,
aunque si se presentaba no dudábamos en hacer frente a los enemigos
de otras tribus cercanas, que pretendían usurpar aquello que nuestro
trabajo y sacrificio nos había costado de tener en el presente.
Con el tiempo ya eras un de los nuestros y muchas eran las que te
querían,aunque tu te alejabas de todas, como si temieras que te dejaran
herida, aunque yo me sentía privilegiada por que cuando por turno a
mi me tocaba ir al río a por agua, tu tras de mi venias, sin articular
palabra, pero me sentía protegida, hasta que por fin un día mientras
recogía el agua, tu brazo recogía la tina y de tu boca salio una sonrisa,
ese fue un hermoso premio, que inundo mi alma y me mostró que a pesar
de tu lejanía, algo en ti se abría.
De camino hacia el poblado, me dijiste que tenia una mirada felina, que tras
mis ojos de pantera, había un alma buena, que entendía quien era y que
aunque nunca el nunca seria quien yo quería que fuera, el me amaba en
silencio, que no le guardara esperanza, por su alma atormentada jamas
podría sentirse amada, ni entregada a tan bella dama.
En ese momento de mi boca salio que aunque no lo compartía, si así el
lo quería yo jamas le pediría que fuera suya, por que no quería ver su
partida.
A partir de ese momento, el se mostró conmigo más abierto, aunque
jamas me contó que le atormentaba por dentro, sin embargo sentía
como su alma se partía, y cuando le vi un día llorando bajo un árbol
cerca de la cascada donde le encontré por vez primera, no pare y me
dirigí para abrazarle y entregarle la calidez de mi alma y así iluminar
su camino lleno de temor y amargura.
No me dijo nada, se quedo quieto y en silencio, llorando como un niño
sobre mi pecho y mientras mi mano le acariciaba su cabello, su alma
se calmaba, dejando que una nueva luz asomara.
Su pensamiento cambio y con ello llegamos a un acuerdo el seria mi
compañero sobre todo de cara al poblado, pero solo ponía una
condición, que no le pidiera consumir la unión.
El me protegería, como yo también lo hacia, pero nadie debería saber
que ella no era por entero suya, ni el de ella, que aunque la vida fuera
dura y muchos hablaran del porque no tenían descendencia nunca
se dijera la verdadera historia.
Yo accedí, poco me importaba eso, me conformaba con tenerle cerca,
saber que a su manera me amaba, que en mi confiaba, que podía ayudarle
y serenar su alma.
Por eso cuando venían los tiempos de su lucha interior, donde entre sueños
hablaba, aunque yo no entendía nada, yo le abrazaba, dejaba que su
cabeza reposara, que sus brazos me abrazaran y de su boca salieran
todos esos fantasmas que de mi lo alejaban.
Esa fue nuestra vida, larga y a veces tranquila, hasta el momento que
le llego su partida, jamas supo nadie nada, el secreto estuvo guardado,
solo al final de sus días, me contó su desventura, libero el amargo sabor
de una familia que no repudio, de una esposa que lo humillo, de unos
compañeros que lo dejaron al borde de la muerte y que entre risas, esperaron
que el destino le fuera peor.
Sin embargo era luchador, y salio de todo como un guerrero que cerro su alma,
su corazón, hasta que aparecí yo, que con mi cariño aprendió al fin que era
el amor y solo entonces un día al final unió sus fuerzas y se entrego en cuerpo
y alma, dejando en mi la huella de su gran amor.

Ilesin 19/2/14