martes, 6 de mayo de 2014
MIERCOLES DE RELATO / LAS CENIZAS DE POMPEYA
LAS CENIZAS DE POMPEYA
Tal vez os pueda parecer una enorme paradoja,
que hoy explique mi vida en la que era mi ciudad
y que en este momento ha desaparecido bajo las
cenizas del Vesubio.
Mi ciudad era Pompeya y con los detalles que
recuerdo sin que nunca la haya podido ver con
mis propios ojos y es que nací ciega y todo lo
que ahora os relatare es tal y como me lo describían,
aquellos que me criaron y cuidaron de mi.
En los tiempo en que inicie mi vida en este mundo
cuando a un recién se le apreciaba un defecto
automáticamente era muerto o abandonado y esa
fue mi suerte. Aunque tal vez la diosa fortuna, se
apiadó de mí y hizo que quien me dejo en manos
del destino, lo hiciese cerca de la quinta de los
luchadores, es decir que quien fue mi protector
se encargaba de entrenar a gladiadores y luchadores
del circo.
Por que esa mañana, una de sus sirvientes escuchó
mi llanto y me recogió explicando a su amo que me
había recogido cerca de unos arbustos justo al lado
de la quinta.
Para él fue como un regalo de los dioses, ya que hacia
menos de un año que su esposa e hijo, habían fallecido
justamente en el momento de dar a luz.
A el noble Julio, no le importó mi ceguera, que fue
haciéndose más evidente al crecer y observar mis
titubeos al moverme por la casa, sin embargo él me
proporciono una joven muchacha, que me fue enseñando
los obstáculos que me podía encontrar y que entrego
seguridad para actuar como uno más.
Cuando adquirí la edad me otorgaron una mayor libertad,
y aprendí a deambular por Pompeya como una ciudadana
más, todos conocían mi dificultad visual, sin embargo todos
me ayudaban y respetaban.
Eso me hacia sentirme diferente, podía respirar los olores,
de cada lugar y sobretodo me gustaba caminar hasta el
templo de Diana,donde se respiraba una cierta paz que
alegraba mi alma.
Julio siempre me decía que era como un pequeño cervatillo,
que a pesar de todas dificultades no dejaba de saltar y
avanzar.
En la quinta me sentía mimada y protegida, era la muñeca
de todos ya que yo era la única mujer que podía ir por
todas partes, ya que se me consideraba la hija de Julio y
por lo tanto tenia vía libre.
Los jóvenes gladiadores y luchadores solían cambiar con
mucha frecuencia ya que muchos eran reclamados para
los actos del circo de Roma y tras su marcha otros acudían,
ya que todos soñaban con fama y nombre y algunos con la
libertad.
Sin embargo uno de ellos jamas se movió de la quinta, ya
que por voluntad propia prefirió quedarse a irse a Roma
y cubrirse de lujo y fama.
El muchacho era Adriano, un gladiador fornido y hermoso
que según decían que tenia a todas la muchachas de Pompeya
enamoradas y detrás de él, sin embargo era ajeno a todo
ello, su vida era la lucha y yo.
El se convirtió en mi guardián protector, cuando por la
mañana yo acudía al templo de Diana o al mercado, él
era quien me acompañaba y cuidaba.
En su camino jamás cogía mi brazo para guiarme, el sabia
que yo era muy independiente y que quería demostrarme a
mi misma que era autosuficiente para caminar sin ayuda.
Me hablaba de todo lo que ocurría durante los duros días
de entrenamientos, de las luchas en el circo, de los rumores
que llegaban desde Roma, de algunos de los compañeros
que habían marchado buscando una mejor vida.
Me gustaba estar a su lado, sobretodo por que yo podía
ver la hermosura de su alma. En cierta manera ambos
estábamos enamorados pero ninguno de los dos se atrevía
a decirlo al otro.
Un día sin embargo todo cambio, nuestra vida cambio para
siempre.
La tierra hacia días que temblaba y de la cima del Vesubio
salia un cierto humo grisáceo, sin embargo muchas veces
esto ya había ocurrido y nadie le ponía demasiada importancia,
pero aquel día fue diferente, el temblor fue más intenso y
vino precedido de una fuerte explosión y de la llegada de
unas cuantas bolas de fuego candente, a parte de llover cenizas.
Julio mi protector, había iniciado un viaje al norte del país y
Adriano era quien guardaba de los bienes de toda la quinta.
Yo me había ido sola hacia el templo y cuando hubo la fuerte
explosión, mi frágil cuerpo fue proyectado hacia el suelo, como
pude me levanté y busque a tientas mi bastón, mientras oía
como la tierra se resquebrajaba bajo mis pies, mi pensamiento
fue volver lo antes posible a la quinta, pero el miedo se empezaba
apoderar de mí y eso era algo que me era desconocido ya que
me habían educado para no tener nada.
Salí a la calle y entre ligeros escombros y gente que intentaba huir,
me intente orientar para iniciar mi camino de retorno a la quinta.
Adriano viendo que aquello no era como siempre había empezado
a dar ordenes para que se recogieran el máximo de víveres y se
preparara el barco, era necesario salir de la ciudad cuanto antes.
Después salió en busca de mi persona como un loco, sabia que
había ido hacia el templo, sin embargo el caos empezaba a gobernar
la ciudad y por su mente pasó miles de cosas que me podían haber
ocurrido.
Al final me encontró, acurrucada en un portal con el miedo en mi cara.
-Nidya !! hemos de irnos de aquí, vamos levántate y cógete de mi mano.
Casi sin reaccionar hice lo que me decía, el calor de su mano hizo que mi
alma se serenara y gracias a su mente fría nos encaminamos hacia el puerto.
Durante el trayecto, me encontré a una de mis amigas, que deambulaba
perdida entre la gente con su hijo recién nacido en brazos, mientras las
lagrimas corrían libremente por sus mejillas.
Cuando nos vio, se acercó rápidamente y nos pidió que salvásemos
a su hijo, que ella ya no tenia salvación, pero su hijo tal vez si podía verse
beneficiado de una vida mucho mejor. casi sin darnos tiempo a decir
nada, me puso al bebe en mis brazos y se marchó corriendo calle abajo.
Adriano no quería más obstáculos, así que cogió al bebe y mi mano
y sin decir nada siguió el camino hacia donde la nave nos esperaba.
-Adriano ya creía que debíamos partir sin vosotros!!!
¡Y ese niño?-preguntó uno de sus compañeros.
-no preguntes y pongamos la nave en marcha antes que no podamos
salir de aquí.- contestó Adriano.
Una vez dentro de la nave Adriano acomodó una zona de la nave para
que yo y el bebe estuviéramos bien.
Y solo entonces reaccione de todo lo que había ocurrido.
- Adriano, ¿Que vamos hacer ahora?, ¿donde iremos? ¿ Que vamos
hacer con el niño?
-Nidya , de momento nos dirigimos hacia el norte, donde nos reuniremos
con Julio y luego ya veremos que hacemos, lo más seguro es que nos
marchemos hacia Roma, allí siempre faltan luchadores para el circo, y
no sera difícil prosperar.
-¿Y el niño?- le volví a preguntar.
-Cuando lleguemos junto a Julio le explicaremos lo ocurrido y yo le
pediré tu mano, como hacia tiempo debería de haber echo y que por
miedo nunca me atrevido hacer y este niño sera educado como si fuera
nuestro hijo Nidya, siempre que tu así lo quieras.
Mientras escuchaba sus palabras, de fondo seguía oyendo las diversas
explosiones que cada vez eran más seguidas y según contaban los ríos
de lava candente bajaba por las laderas del Vesubio sin pausa hacia
todas partes, mientras una densa niebla de cenizas iba cubriendo la
ciudad y a sus habitantes, por mi mente pasaron todos aquellos que
habían sido mis amigos y que ahora quien sabe donde estaban.
El silencio reino durante un tiempo, mientras no íbamos alejando
de aquel infierno.
Solo después de una larga pausa pude articular palabra.
-Así se hará Adriano, solo si me prometes que todo lo haces por amor
y no por obligación.
-Nidya,¿Por que crees tu que nunca acepte las propuestas que venían
de Roma?
Tu eres mi sol, mi aire, mi deseo más callado que alimenta mi alma.
y Así fue como tras una larga travesía por mar y tierra, llegamos al
fin a Roma donde mi padre y protector Julio ya tenia preparado
todo para iniciar una nueva etapa en la vida lejos de Pompeya y
el Vesubio.
Ilesin 7/5/14
Excelente relato, que puede vivir lo sucedido en tus letras
ResponderEliminarAbrazos
Muchas gracias Lapislazuli pir tus palabras me alegro que te trasladaran a ese momento y sintieras su fuerza.
EliminarBesos
Un relato muy agradable, bien contado guiándonos por el tiempo. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Ester por tus palabras, me alegro que tras ellas viajaras en el tiempo.
EliminarBesos
:)
ResponderEliminarSiempre acaban bien tus historias.
Me temo que en la vida no ocurre igual.
Besos.
Mi querido Toro es posible que en la vida real no siempre se consiga lo que uno desea pero hay que poner ese punto de
Eliminarcontraposicion, tal vez por ello le doy ese lado positivo que toda la vida tiene aunque no siempre seamos capaces de ver.
Muchas gracias por tus palabras.
Besos
Qué agradable imaginar que alguien pudiera huir del infierno de Pompeya en aquel momento, casi tanto como pensar que los gladiadores luchaban voluntariamente por la gloria y no obilgatoriamente por la vida.
ResponderEliminarMe gusta este mundo tuyo, donde la injusticia no tiene cabida.
Besos
Muchas veces la historia solo a sido contada desde un solo punto de vista, pero en todas las epocas habido personas que han luchado por su dignidad y por aquello que sentian en su corazon.
EliminarSon heroes anonimos que merecen estar presentes.
Besos
Bonito relato querida llesin muy bien contado una historia, que atrapa.
ResponderEliminarBesos amiga que tengas una linda semana.
Muchas gracias mi querida Gladys por tus palabras, me alegro que te hayas sentido atrapada por la historia.
EliminarBesos
Bello, besos.
ResponderEliminarMuchas gracias querida Amapola.
EliminarBesos
Llesin, nos dejas un relato, que he podido ver en imágenes como una película, amiga...Muy bueno, claro, directo, positivo y amento...Mi felicitación por tu entrega generosa a las letras. Mi abrazo inmenso y mi ánimo siempre.
ResponderEliminarM.Jesús
Muchas gracias querida M.Jesus por tus bellas palabras que hacen que el esfuerzo por seguir buscando el equilibrio interior sea mas ameno.
EliminarBesos.
Un niño con suerte.... unos personajes con sentimientos... superando un infierno de fuego, escombros y cenizas... y escapando por el mar..... ¿que mejor final se puede pedir que este? un beso
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras querido Marea.
EliminarBesos.