MIÉRCOLES DE RELATO / EN EL SÉPTIMO MUNDO

EN EL SÉPTIMO MUNDO

Soy incapaz de recordar cuanto tiempo hace que llegue 
a este hermoso lugar, pero mi alma quedó hechizada
por su belleza espectacular y mi corazón atrapado entre
bellos seres que entregan paz, armonía y serenidad.
Aunque en su jerarquía, yo no puedo formar parte de
su fuerza y poder, poco a poco e aprendido cosas que
me han echo ver el verdadero sentido y poder que todos
llevamos inscritos en nuestro ser.
Mi nombre es Fysia, y ayudo en lo que puedo a la
familia que en su momento me salvo en una noche de
tormenta feroz en medio de un océano devastador.
Pero a pesar de que hay unas normas a seguir, no he
podido evitar enamorarme del hermoso hijo del amo
del lugar. Su nombre es Ydor y tiene la belleza de un 
dios, el cuerpo esbelto, musculoso y dorado por el sol.
El es junto a su padre pescador, pero en este séptimo
mundo todos trabajan para la comunidad sin excepción.
Yo soy consciente de que nada voy a conseguir, que él
esta fuera de mi alcance, sin embargo me gusta mirarle,
ayudarle en sus quehaceres antes de hacerse a la mar.
En sus hermosos y profundos ojos, una puede sentir
que todo se detiene, que el tiempo no existe, que hay
una conecsión que va más allá de lo que muchos puede
entender o explicar.
Pero el dolor hizo mella en mi alma el día en que apareció
aquella que iba a convertir en su esposa y dueña a la vez.
Puede que su belleza fuera deslumbrante, pero su alma
era negra como el azabache, además de fría y destructora.
Apollymi era su nombre y realmente supo jugar muy bien
sus cartas y mi pobre Ydor se vio envuelto entre sus hilos
dorados y manejado al antojo de semejante mujer.
Yo me sentía impotente, frustrada y entristecida, por que
veía en el semblante de Ydor, como la vida se escapaba,
como toda esa alegría antes demostrada, esa fuerza y 
sobretodo su hermosa sonrisa, ahora se hallaban apagadas
bajo el brazo castigador de quien consigue su objetivo,
pero no el amor.
Puede que el tiempo les entregara varios hijos, pero solo
uno era quien disfrutaba de la atención de su padre, que
con sumo cariño y protección, evitaba en gran medida,
que sufriera la burla de quienes le veían débil y lejos de
su condición de un futuro hombre del mar robusto, fuerte
y de gran capacidad.
Ydor, un día me pidió un gran favor, que en sus ausencias 
cuidara de ese hijo que era parte de su esencia interior.
Yo con tal de tener cerca de mi su presencia, me vi 
envuelta en esa nueva faceta de cuidadora de su tesoro,
y al cual él tenia mucho amor.
El pequeño Ilios, se mostró alegre, juguetón y sobretodo
preparado para aprender de todo lo que tenia a su alrededor.
Desde la distancia observaba a su padre como preparaba
la embarcación, no perdía detalle y en su mirada veía
esa admiración que le tenia y que le sembraba el corazón.
Mientras de su hermano gemelo Nyktos, era todo lo contrario,
nunca estaba durante los quehaceres de la casa, ni cuando
se le llamaba para que ayudara a realizar la preparación
para que saliera la embarcación, era un espíritu libre y que
solo le interesaba, que fuera reconocido como el hijo de Ydor,
el buen pescador. Lo mismo ocurría con su hija Symfora, que
se vanagloriaba de su belleza y a quien su madre se encargo
de volverla un ser sin sentimientos y con el corazón duro y
sin una pizca de amor.
El tiempo pasaba, yo tenia mi misión, Ilios, me consideraba
más su madre, que aquella que le había entregado la vida, y
eso no paso desapercibido a los ojos de Ydor, que cada vez más
se mostraba atento conmigo, y algunas veces muy protector,
sobretodo cuando su celosa esposa le regañaba, por hablarme
o mostrarme un poco de ese amor que guardaba en su interior.
Un día Ydor se lleno de valor y acercándose a mi lado, me
convoco para que al atardecer fuera cerca del puerto, donde
se iniciaba un sendero que llevaba a las fuentes sagradas del
saber.
Yo evidentemente, me sentí renacer y a la hora acordada allí
estaba sentada, esperando su llegada. Él acudió acompañado
de Ilios, que empezaba a ser un joven hermoso y de piel
dorada como su padre.
Cuando estuvieron junto a mi, sencillamente me indico que
les siguiera y en silencio los tres caminamos por el estrecho
sendero hacia las fuentes del saber. Una vez allí, Ydor abrió
su corazón, me dijo que hacia mucho tiempo que yo era la
dueña de su corazón, pero que debido a las reglas absurdas
que reinaban, en ese lugar, se había visto obligado a callar y
a tener que buscar a esa otra persona con la formar un nuevo
ciclo familiar, aunque en ello casi había perdido la vida, la
fe y la esperanza de un nuevo renacer, sin embargo el destino
hizo que uno de sus gemelos llegara más débil y frágil y
viendo el rechazo que generaba a su esposa y al resto de la
familia de su alrededor, pensó que era el momento de iniciar
un nuevo sendero lleno de amor y por ello me había pedido
que fuera yo quien cuidara a ese hijo como si fuera fruto de 
nuestro amor. Para el mi amor era como una rosa en invierno, 
solo el fuerte sobrevive y así se lo había demostrado, mi amor
seguía vivo. También me dijo que aunque el era agua y fuente
de vida, en su interior sentía que más bien eso era una maldición.
pues le había impedido ser y sentir un sentimiento puro que
había nacido sin condición y que sin embargo lo habían ahogado
en un mar de tristeza y desolación.
Sin embargo quería luchar, ya no podía seguir alimentando
su soledad y junto con su hijo habían decidido marcharse
de ese lugar y que ambos querían que yo fuera con ellos y 
así gozar de una nueva oportunidad, donde la felicidad fuera
plena y nada que ocultar.
De esta manera los tres iniciamos una travesía lejos del
séptimo mundo, hacia otra realidad.

Ilesin 10/9/14