MIERCOLES DE RELATO / LA DAMA DEL MAR

LA DAMA DEL MAR

Normalmente soy serena y tranquila,
y mientras viajo a través de corrientes
cálidas hacia playas inmensas, solitarias
y de arenas blancas, me gusta acercarme
sigilosamente a las arenas que juegan con
mis manos transformadas en olas que
pasan a través de mis finos dedos, haciendo
que cada pequeño grano se sienta libre
y en movimiento en ese incesante que los
mece hasta adormecerlos.
En esos viajes muchas veces me siento
acompañada por esos grandes cetáceos
que con sus voces hacen que mi divagar
sea más placentero y hermoso.
Mientras veo pasar islas, recodos todavía
vírgenes que solo las aves son capaces de
habitar y donde siento mis fuerzas renacer
haciendo crepitar las aguas sobre rocas y
acantilados que son pintados por la espuma
que soy capaz de crear para ver como entre
regueros de agua poco a poco y sin descanso
el paisaje con el tiempo va cambiando,
tras ser modelado por mis manos expertas
y con la ayuda inestimable de mi amigo
el viento que me ayuda en el arte de la 
escultura,creando entre ambos bellas 
esculturas naturales que inspiran a los simples 
mortales, que sienten a veces esa fuerza 
en medio de las cavernas, simas y hondonadas 
que crean catedrales libres de paredes donde 
solo yo y mi amigo podemos penetrar y donde 
suena la sinfonía de la fuerza en medio de 
un temporal, donde todo adquiere una dimensión 
distinta y bella a la vez.
Pero como soy inquieta por naturaleza, mi
viaje es constante y por mis laderas escucho
miles de palabras que evocan mi presencia y
aunque las lenguas son diferentes, el sentimiento
es único e inspirado por mis diferentes estados
y vestidos que ven en mi. Para unos soy mujer,
de vestidos azules, verdes o turquesas, para 
otros soy hombre de rudo carácter y temido 
por quien trabaja en mi amplio territorio.
Sin embargo yo me siento mujer, madre que 
en su interior alberga la vida, que cuida celosa 
su casa y protege a quien la respeta y ama.
Así es como un día recale en un pequeño lugar,
donde en mis días de rabia desatada, podía
lanzar alto mis olas que con furia alcanzaban
mayor altura y poder.
Sin embargo me llamó mucho la atención, una
pequeña luz que desde lo alto de la cima, miraba
mi espectáculo más poderoso que podía crear.
Cuando a la mañana siguiente mi calma había
vuelto a mi ser, puede poder cara a quien por la
noche había vigilado mis andadas.
Su expresión era serena como mi alma cuando
navega en libertad, su alma era luminosa y sabia,
me di cuenta de la belleza de su interior, cuando
le descubrí por primera vez en su barca, 
hablándome de todo lo que le preocupaba, 
de aquello que ansiaba, de todo lo que soñaba, 
era para él su amante callada.
Tal vez por ello me gustaba navegar junto a él 
y escuchar su voz tranquila, que expresaba en 
voz alta, para mis oídos aquellas bellas palabras 
que yo le inspiraba, en otras cantaba hermosas 
canciones, mientras yo mecía armoniosamente 
su barca. Tal fue nuestra complicidad, que empezó 
a entender mi lenguaje y sabia cuando mi ira se 
acercaba y mejor era dejarme sola y esperar de
nuevo la calma. Fue en esos instantes que 
envidiaba el no poder tener cuerpo de mujer y 
sentir sus manos en mi ser, sentía escalofríos 
cada vez que veía sus fuertes brazos manejar 
el timón con gracia y sin temor, mientras por 
mis venas de agua salada, deseaba, sentirle 
cerca de mi, pero cuando mi lujuria se desataba 
y mi pasión se desbordaba, era cuando lejos de 
todas las miradas, deslizaba su cuerpo en mis 
cálidas aguas, en ese momento iniciábamos
una danza amorosa donde el éxtasis crecía y 
hacia que mis entrañas se sintieran suyas
mientras le envolvía en mis brazos protectores 
y le entregaba mi amor.
Era su dama del mar, su amor era total y sola 
sentía equilibrio y paz, cuando entre mi aguas 
saladas que le aguardaban.

Ilesin 19/11/14