SUEÑOS DE AMOR
Cuando inicie el viaje hacia Meranges, poco podía imaginar
que ese viaje transformaría mi vida, mis pensamientos y la
manera que hasta ese momento tenia sobre todo lo que me
rodeaba.
Mi nombre es Sir James Donan y soy el capitán de la guardia real,
del Rey William de Bamburgh.
Y mi misión era la de proteger al cónsul durante su estancia en
Meranges, donde había acudido para iniciar un tratado con el país
del rey Martín.
Este para dar la bienvenida a toda la delegación había organizado,
una cena con todos los nobles del lugar.
A esa cena para mi sorpresa yo también fui invitado, y mientras
esperaba el momento en que debíamos de acudir al gran salón,
estaba entretenido mirando las magnificas pinturas que colgaban
de sus austeras paredes, cerca de la esplendida escalinata de
mármol que conducía a los aposentos de los señores del lugar.
Cuando oí acercarse pasos un tanto rápidos, que venían desde
lo alto de la escalinata.
Al mirar hacia arriba, vi aparecer como una visión a la princesa
Elaine, era la mujer más hermosa que había visto en mi vida
(Todo y que no puedo decir que hubiera visto muchas, pero
hasta ese momento las que había tenido el gusto de ver, no
tenían ni punto de comparación con la princesa).
Llevaba un vestido blanco, que le hacia resaltar su esbelta
figura y bajo un pequeño tocado que llevaba en la cabeza, se
podía entrever sus largos y negros cabellos. sus ojos eran como
dos grandes esmeraldas, que dejaban helado aquel que osaba
mirarlos.
Mientras estaba extasiado mirando aquella hermosa mujer, ella
fue bajando la escalera, de forma que cuando salí de mi sueño,
la tenia a mi lado. Debí de poner cara de sorpresa por que ella
me observaba de forma divertida.
-¿Os ocurre algo, monsieur?.
-No mi lady, sencillamente, me he sentido fascinado por el
realismo de esta pintura-dije señalando el cuadro que había a
mi derecha.
-Os comprendo, precisamente es uno de mis preferidos.
Mientras me hablaba, podía ver la hermosa mirada que tenia,
sus ojos de un verde profundo, parecían trasladarte a la quietud
de un frondoso bosque. En realidad cuanto más la miraba, más
me parecía verla irradiar una suave luz a su alrededor, era como
si la conociera, sin embargo era la primera vez que la veía.
-¿Sois uno de los consejeros que venís de Bamburgh?
-No exactamente, mi lady. Yo soy el capitán de la guardia
personal del rey William. Mi nombre es Sir Jamés Donan.
-Yo como bien debes saber, soy la Princesa Elaine.
Armándome de valor, me decidí a proponerle algo que no estaba
dentro de mi protocolo.
-Alteza,¿Me permitís que sea vuestro acompañante hasta la
gran sala?.
-Será un placer, monsieur.
De esta manera, le ofrecí mi antebrazo y ella suavemente apoyo
su mano,sobre la mía. Nunca podré expresar lo que sentí al notar
el suave tacto de su mano en mi piel. Aquel pequeño trayecto,
que fue desde el pie de la escalinata hasta la entrada a la gran sala,
fue eterno para mi, no hablamos apenas, pero yo sentía como si
hubiera recuperado a alguien perdido desde hacia mucho tiempo.
Durante toda la velada, no podía dejar de mirar aquella hermosa
dama, que con su sencillez y dulces gestos, sabia ganarse a todo
aquel que estaba a su lado.
La noche ya estaba muy avanzada y la gente fue marchando y
yo también me dirigí hacia las murallas del castillo, me sentía
turbado y como flotando.
Después de un tiempo que no sabia contar, fui bajando despacio
y atravesando el patio de armas, me dirigí hacia tenia mis aposentos,
junto con mis hombres.
Por la mañana temprano, me vinieron a despertar y con los ojos
todavía medio cerrados, me incorporé sin demasiados ánimos,
debido al vino y al haber dormido más bien poco. Me vestí y
acudí a la alcoba del cónsul donde me estaban esperando.
Allí el cónsul me dio ordenes de que uno de mis hombres iniciara
el viaje de retorno con una misiva para el Rey William.
Salí de allí sumamente intrigado y preocupado,¿Que debía de haber
pasado durante la noche, para que ahora todo se hiciera con tanta
prisa?.
Como la resaca iba en aumento, decidí no darle más vueltas a la
cabeza y hacer lo que me habían mandado.
Así que me dirigí hacia donde estaban mis hombres y llamé a uno
de mis hombres de confianza para que fuera el encargado de
realizar la misión.
Sin más dilación este cogió sus pocas pertenencias y se afanó en
marchar rumbo a Bamburgh.
Yo por mi parte, decidí dar un pequeño paseo, hasta un cercano
río, para refrescar mi cabeza que rugía como cien mil leones.
En el río y una vez despejada mi mente, aunque no clara del todo,
me senté bajo un frondoso árbol y por mi maltrecha cabeza fueron
pasando aquellos maravillosos instantes, que había tenido el placer
de disfrutar junto a la Princesa Elaine.
No es que me sintiera enamorado, pero si prendado de su belleza,
no obstante también había algo extraño, cuando estaba con ella,
era como si mi vida formara parte de ella, me sentía feliz y eufórico
con solo verla, no puedo explicar que era pero necesitaba sentirla,
observarla, saber que estaba allí.
El resto de los días fueron pasando muy lentamente y aunque
divisaba a la princesa Elaine, desde lo lejos, mi corazón deseaba
volver a estar a su lado y disfrutar de su presencia, más por mucho
que yo quisiera, sabía que era algo imposible.
Un día la vi salir del castillo con la expresión de la cara muy turbada
y dirigirse con paso firme hacia los establos, lo que me llamó
poderosamente la atención.
Poco tiempo después la vi marcharse al galope, sobre su caballo, y
algo dentro de mi se estremeció, esa no era una actitud propia de una
princesa, así que decidí seguirla,a pesar de que no era mi obligación,
ni mi deber, para ello ya existían los guardias del castillo del Rey Martín,
pero mi intuición me dijo, que por una vez le hiciera caso y saliera detrás
de la princesa. Realmente la princesa era una gran amazona y había
alcanzado una buena distancia, pero se podían seguir fácilmente sus
pisadas.
Después de una buena carrera, llegue al lado de un lago y en una de
sus orillas pude divisar a la princesa. Mi instinto me decía que fuera
allí con ella, sin embargo mi educación y protocolo me indicaban que
debía mantenerme a distancia, todo y que el protocolo también me
decía que debía de haberme quedado en el castillo y no seguirla y sin
embargo nada de eso hice y allí estaba observándola desde la distancia.
pero el destino es caprichoso y estaba empecinado en ponerme delante
de aquella mujer. Poco a poco me fui acercando para poder estar mejor
preparado en caso de ser atacados, ya que no debía de olvidar, que por
aquellas lindes estaban siempre en continuas disputas.
Tan concentrado estaba que no advertí que mi caballo, había tomado
camino propio y se estaba acercando hacia donde se hallaba la
princesa Elaine.
Ella advirtió que mi caballo se acercaba y empezó a mirar por los
alrededores,por lo que no tuve otro remedio que salir de mi escondrijo
y mostrarme ante ella, buscando las palabras más adecuadas para salir
de aquel embrollo.
-Perdonad, mi lady, si mi caballo os ha asustado, pero de vez en cuando
toma decisiones propias sin consultarme.
La princesa se rió, ante la absurdidad de mi excusa y con una sonrisa
embriagadora, me ofreció que me sentara a su lado, cerca del lago.
-¿Qué os ha traído hasta aquí monsieur?
-El huir de la rutina, pero me ha salido mal y me he perdido- dije
intentando solventar lo anteriormente dicho.
¿Soléis venir muy a menudo hasta aquí princesa?
-Solo cuando me embriaga la tristeza.
-Alguien como vos, no deberíais sentiros embriagada por un sentimiento
tan funesto.
-Sois muy amable Sir Jamés, pero yo no dejo de ser una persona como
otra y el echo de ostentar un titulo, no me exime de tener problemas y
de sufrir de sentimientos negativos, que hacen que una vea la vida como
un despropósito constante, en donde la persona no tiene derecho a elegir
nada, ni a dar su opinión, aunque su futuro dependa de ello.
-Se que no debería de deciros esto mi lady, por que no me conocéis lo
suficiente, pero si necesitáis ayuda podéis contar conmigo.
-Os lo agradezco mucho, Sir Jamés, me reconforta oíroslo decir, pero
ello no aquieta mi alma y aunque se que debo acatar lo que me mandan,
mi corazón esta triste y con mucha angustia por los hechos que van a ocurrir.
Las palabras de la princesa no presagiaban nada bueno, pero no quise
insistir en ello.
Después nos quedamos en silencio, admirando el hermoso paisaje que nos
envolvía. Pasado cierto tiempo, que no sabría contar, la princesa Elaine,
se levantó y yo seguí su ejemplo.
-Sir Jamés deberíamos volver al castillo, ya que si no mi padre es capaz
de enviar a todo su ejercito para buscarme y si me ven con vos, no se si
os verán como amigo o enemigo.
-Tenéis razón, pero por vuestra seguridad, to iré a cierta distancia vuestra,
¿Os parece?.
-Gracias, Sir Jamés.
Sin más dilación, la princesa montó sobre el lomo de su caballo y emprendió
el viaje de vuelta al castillo. Yo tal y como le había dicho a la princesa,
me coloque a cierta distancia, aunque mi corazón iba mucho más deprisa.
Cuando ya estábamos cerca de la puerta del castillo, la princesa giró su
cabeza, sonrió y con un leve gesto de su cabeza, me dio las gracias.
Yo para evitar suspicacias, me paré y aguardé a que entrará en el interior del
recinto y giré, para volver a irme a pasear sin rumbo fijo y sobretodo para
que nadie observara nada diferente en mi forma de ser, ya que sentía perturbado,
alterado emocionado y un sin fin de emociones que corrían libremente por mi ser.
Cuando volví, me comunicaron que debía de personarme en las estancias del
cónsul. Allí me fui sin más dilación, para saber que deseaba.
Las ordenes eran claras, volvíamos a Bamburgh y la princesa con nosotros,
ya que se había llegado a un acuerdo entre reinos y la moneda de cambio,
era el matrimonio de la Princesa Elaine con el Rey William.
En ese preciso instante entendí lo que me intento decir la princesa en el lago.
Todo fue muy rápido y en tiempo récord, iniciamos el viaje, no sin que la
princesa se despidiera de su hogar, de su país y familia.
No fue un viaje feliz ni sencillo para la princesa, ni para mi ya que ver la
tristeza en la cara de ella me rompía el alma.
Después de una larga travesía por diferentes caminos y por ultimo el trayecto
en barco hasta Bamburgh, donde el Rey William, había dado ordenes de
realizar un gran recibimiento, sin embargo él no estaba presente, y eso
me dolió, se suponía que era quien debía de dar la bienvenida a su prometida,
sin embargo, ambos no se conocieron hasta pasada una semana.
Mientras me convertí en el confidente, amigo y paladín de la Princesa, y se
que tal vez eso generó un sin fin de sentimientos entre ambos.
Llego la boda y tras ella las verdaderas intenciones del Rey William.
La primera orden invadir Meranges y matar al Rey Martín, para así obtener
un territorio más,(sin embargo el Rey Martín intuyendo algo, nombro
Reina a Elaine y consorte sin derecho a corona al Rey William) que explotó
lleno de rabia y rencor contra Elaine.
La segunda orden fue explicarle a la Princesa Elaine que para el ella era
solo un tramite burocrático más y que solo estaría con ella consumando
el matrimonio para engendra un hijo, que después cada uno seguiría
su camino, que el ya tenia a quien amar.
La salud de la Princesa cayo empicada debido a todos los acontecimientos
con los cuales se iba encontrando, lo que generó que no se pudiera
realizar el plan que tenia el Rey William, que veía como sus objetivos
se derrumbaban, así que una noche en pleno ataque de cólera, entró
bruscamente en los aposentos privados de la Reina Elaine, con la intención
de forzarla, sin embargo no contó con que yo estuviera allí y en ese
momento tuve claro que de nada servia ocultar más mi posición real y
me enfrente a él, indicándole que para el día siguiente anunciara una
reunión urgente con todos los consejeros.
El Rey William al principio me miró extrañado, sin embargo debido
a que se hallaba en una situación incomoda, no objetó nada y convoco
la reunión.
En esa reunión acudieron todos los consejeros, por su puesto el Rey
William y la Reina Elaine, que fueron ocupando sus lugares en el
recinto y mientras aguardaban mi llegara por sus mentes pasaron
multitud de cosas, sobre todo por la cabeza del Rey que no lograba
encontrar motivos para estar allí.
Mi entrada, fue impactante, ya que por primera vez todos pudieron
ver quien era en realidad.
-Se que para todos esto es una sorpresa, pero esta es mi verdadera
personalidad. Soy Sir James Donan, Príncipe de las Hebridas y en
este momento voy a pedir que sean todos ustedes los que juzguen
si el Rey William es digno de seguir siendo el esposo de la Reina
Elaine.
Tras mi larga explicación de todos los echos acontecidos y en vista
de que el matrimonio todavía no había sido consumado se resolvió,
dar por nulo y de esta manera fue como La Reina Elaine y quien
os relata esta historia Sir James Donan, se convirtieron en Príncipes
de las Hebridas y Reina de Meranges.
Viviendo una historia que desde un simple sueño se hizo realidad.
Ilesin 4/6/14